"Dice que una vez Olofin, hizo una fiesta y mandó a invitar a todos los santos, todos vinieron llenos de lujo, con buenas ropas, buenos vestidos, y buenos presentes para Olofin.
Pero Olofin no vió a Elegguá, el que un día cuando él padeció de un dolor que ningún santo pudo aliviar ni curar, Elegguá lo alivió y lo curó.
Olofin le cogió gran afecto y cariño y preguntó a todos los demás orishas que si habían invitado a Elegguá, todos se miraron entre si, dijeron que no, agacharon sus cabezas y Olofin los increpó duramente y les dijo que Elegguá era uno de los primeros orishas que tenía que haber asistido a su fiesta y que por tanto la fiesta no comenzaba hasta que Elegguá no llegara, así lo hizo; al entrar Elegguá en la fiesta pobremente vestido, traía en sus manos un coco que resplandecía como un lucero con una luz brillante y luminosa, le entregó a Olofin el presente y éste muy contento se lo mostró a los demás orishas y a partir de ese momento lo proclamó dueño y señor de los caminos.
Y señaló que estaría detrás de cada puerta y en cada encrucijada y sería el primero que comiese y bebebiese en cada fiesta de santo."




















colores
El rojo y el negro.
ATENCION
Se atienden los Lunes con: Manteca de corojo, Aguardiente y Eku Eya Awuado.
collar
Cuentas rojas y negras
El está a la entrada y a la salida de todos los caminos de la vida, trenza y destrenza los hilos de la vida y de los sueños. Todos lo vuelve al revés, es juguetòn y susceptible. Peligroso como un niño. Salva o mata. El también es artero, sanguinario; está en cualquier parte con garabato de guayaba. Tiene cuerpo joven y cara de viejo. Fuma tabaco y lleva sombrero de yarey. Es el rey de las maldades. Está en las cuatros equinas y en los cuatro puntos cardinales.
Es goloso y comilón, se le gana dándole caramelos; le gustan los silbatos, las bolas, los papalotes y los trompos.
Es muy irritable, hay que tenerlo contento porque lo mismo que salva, mata rápido. El es quien te envuelve o te desenvuelve. El es quien organiza los pasos de los hombres y de los santos, hace que se encuentren o que no se vean jamás por los caminos de la vida. Tiene las llaves de los destinos del hombre.
Cuando murió para hacerse santo, el coco (obí) brilló como pupilas penetrantes y resplandecía con una luz tan clara que todos se aterraron. Desde entonces en las encrucijadas de los caminos, detrás de las puertas, emboscado en cada senda, vigila con su rostro de piedra y sus ojos de caracol. Es juez de los litigios de los santos.
Come: maíz tostado, pollo, ratón, hutía, chivo macho chiquito.








