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babalu aye

"Dicen que una vez Lázaro salió de su casa y de su pueblo a pedir limosnas, acompañado de dos perros que le lamían las llagas de su cuerpo purulento, sus matracas, sus carneros, y una legión de moscas y de mosquitos le seguían a todas partes.

 

En cada pueblo y casa en que llegaba sonaba el cencerro, como era obligatorio en ese tiempo, para anunciar a sus moradores la presencia de una persona leprosa, como se le llamaba.

 

A su paso todo el mundo huía y se escondía de él para no contagiarse, las madres escondían y recogían a sus niños de la calle, nadie le daba de comer ni de beber.

 

Decidió ir a visitar los suburbios donde vivían los pobres, las prostitutas, los desposeídos de la fortuna, empezó a tocar su cencerro y vio cómo salían los perros, los niños, los hombres, las mujeres y los ancianos a saludarlo y a darle una limosna de lo poco que ellos tenían para subsistir.

 

Por eso es que dicen que Lázaro quiere más a los pobres que a los ricos. Con todos los santos se juega menos con él. Lo que se le ofrece hay que cumplirlo, si no, mata con gangrena, sífilis o lepra. Controvertido, este orisha es la representación de la miseria humana.

 

Acogido por los desposeídos y explotados, encierra el hábito misterioso de la impotencía ante lo inevitable, pero él castiga, además, las injusticias. Contraposición de la belleza y la perfección física. Imagen acusadora ante los que se eriquecen. Sincretizado en el San Lázaro evangélico, anuncia su llegada sonando unas tasas de madera. Sus perros taewwó y kaindé lamen constantemente sus repelentes pústulas, afanosos limpia la mala sangre.

Por eso peregrina por los caminos del mundo, llevando los muertos al cementerio."

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colores

Blanco y morado

se atiende con

Granos de maíz, semillas. 

Agua de coco y vino seco.

En sus ojos duros, mates, secos, a veces asoma una lágrima motivada por su soledad, ya que moscas y mosquitos son sus únicos mensajeros Su cazuela de barro donde él habita en la casa de los yorubas no puede destaparse. Por alguno de sus huecos se le ofrece apasote, frijol, albahaquilla, maní, pan y mazorca de maíz tostada

Este orisha es muy milagroso según refieren los yorubas. en sus entrevistas, es muy respetado y querido por la población. A este orisha se le tiene, en un municipio de la Ciudad de la Habana, un templo llamado Rincón, donde se atiende algunos enfermos de lepra y de otras enfermedades de la piel. Allí se pueden ver donaciones que el pueblo lleva como agradecimiento a este orisha. En la carretera que conduce a este templo, miles de peregrinos descalzos o de rodillas, o vestidos con ropa de saco de yute, o cargando bolsos y paquetes llevando frutas, flores y todo lo que el pueblo entiende que este orisha le puede agradecer , y así regresan de noche a sus hogares, contentos y radiantes de orgullo y felicidad por su deber cumplido.

 

Los consagrados a la Regla de Ocha celebran sus fiestas de forma distintas a lo de ante expuesto, entre los santeros se le da comida, se le reza, se le toca tambor, y se le canta en ruedo o en un baile informal. No habrá una de estas fiestas en que este orisha no se le monte o se le suba a un omo de él o caballo de santo, cuando lo hace refleja en su danza o pantomima sus defectos y deformaciones, tales como su cojera, sus manos y brazos engarrotados, no faltará algún subido que reclame infructuosamente sus muletas, su matraca, cartuchera, o bolso, donde él hecha sus limosnas. De este orisha se le puede seguir hablando, interminablemente, sin medida, ya que su aché o gracia de curandero es muy conocida por nuestro pueblo cubano.

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